A Paula le advirtieron que la cura tenía sus inconvenientes. Sí, dejaría de dolerle, ya no sentiría resentimiento, ni rabia, ni esa porquería de tristeza que la hacía quedarse pegada a cualquier escaparate sin mirar realmente nada (...)
Esa mañana se había puesto a llorar al ver el otro lado de la cama impecable y había decidido ponerse la revolucionaria vacuna. Un pinchadito en el brazo y se desprendería de ese maldito amor en desuso.
Durante dos años sentiría una placentera y gratificante Nada, rezaba el slogan. Pero tampoco amaría, le alertó el médico (...). No le hizo daño, como le habían prometido, sólo dejó en su brazo un circulito rojo que se le antojó con forma de corazón (...)
No sabe cómo, pero de repente se encontró hablando con el chico sentado en la barra (...). Se había equivocado, se había inmunizado a todo lo malo, pero también a todo lo bueno que pudiera ocurrirle. No le dio su número, para qué, porque durante dos largos e insulsos años Paula no tendría cobertura para nada ni nadie.
Emily Loizeau - L ´autre bout du monde
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